miércoles, 30 de enero de 2013

Capítulo 5 Aeropuerto...

 

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Aeropuerto

Nicel levantó la bocina y la voz que escuchó al otro lado de la línea resultó muy conocida, tenía mucho tiempo sin escuchar esa voz y de momento, no pudo ni siquiera pronunciar palabra alguna. Esa voz la llamaba, esa persona iba en su busca…

-Señorita Nicel, ¿está ahí? Responda por favor- dijo la voz, sonando de repente muy preocupada. Pero el silencio seguía bloqueando los labios de la doctora.

-¡Por favor que alguien responda!- Dijo la mujer que hablaba al otro lado de la línea sonando casi como una plegaria.

-Aquí estoy, ¿qué pasa? ¿Quién está hablando?- Respondió la joven.

-Soy yo, la señora Reyna, la ayudante de su madre… Me han pedido que la localizara y este es el único número suyo que tenemos. No sé cómo decirle esto… se trata precisamente de ella, de su madre, ha caído enferma desde hace una semana y parece que nadie se ha molestado en avisarle…

La joven doctora sintió que el corazón le daba un vuelco. Su madre es lo único que le quedaba en la vida, el último vestigio de su familia y a la vez, el recordatorio de la fatalidad que se llevó a su padre, una víctima más de la lucha contra el narcotráfico que el presidente de su país había emprendido de forma tan aberrante…

-¿Cómo? ¿Pero qué es lo que ha sucedido? ¿Enferma de qué? No tiene  ni siquiera dos meses que la he ido a ver y estaba bien de salud, ¿porque nadie me ha avisado?- Replicó enfadada la joven.

-Lo siento mucho señorita, mi esposo ha cruzado la frontera hacia Estados Unidos y me he quedado sola con mis hijos… no había podido acudir a trabajar desde hace casi un mes y hoy que por fin iba a presentarme, encontré a su madre muy enferma y decaída. No ha querido probar bocado alguno desde que llegué y lo único que me ha pedido es que la localizara… ha dicho también algo más, pero no pude entenderle del todo… algo sobre despedirse…

No fue necesario decir nada más.

-Salgo inmediatamente para allá- Dijo Nicel y colgó la bocina telefónica, incluso antes de que la desesperada mujer al otro lado de la línea pudiera responderle.

El pase de visita con los pacientes fue muy breve y, aunque casi todos los casos internados ese día en el departamento eran neumonías en niños, la joven pero experimentada doctora convino en dejar a cargo a uno de sus mejores residentes de la especialidad: El Doctor Ballesteros, Residente del tercer año de medicina interna. Un muy entusiasta joven con grandes aptitudes para la medicina. A él puso al frente del equipo de residentes que tendría la responsabilidad de contener durante las próximas horas el brote masivo de enfermedades respiratorias, incluida por supuesto, la cepa del nuevo virus AH1N1…

Nicel confiaba a ojos cerrados en su joven y apuesto aprendiz, este hecho estaba muy bien fundamentado por las múltiples habilidades que el doctor había mostrado en su rápida y ascendiente carrera y aunque nadie en el piso de Enfermedades Respiratorias se atrevía a dudar de esto último, algunos de los residentes de otras especialidades en el edificio sospechaban que la relación entre la jefa de piso y su eficaz residente, iba mucho más allá de lo profesional…  A la guapa Nicel este tipo de suposiciones sobre su vida íntima le complacían demasiado pues de algún modo, le hacían pensar que aún no había llegado a la edad en que a cualquier mujer se le complicaba encontrar un buen partido: Apuesto, soltero y sin hijos, eran sus únicas exigencias. No obstante hoy, todas esas banalidades que se habían convertido en parte de su vida de todos los días en el hospital habían quedado  brutalmente puestas en segundo plano: su madre había enfermado y ésa era su prioridad ahora.

Una vez hubo dejado a cargo a Ballesteros, tomó sus cosas y salió tan pronto como pudo del edificio, en dirección al aeropuerto.

El llegar hasta la terminal aérea había resultado más fácil de lo que ella había esperado, al menos teniendo en cuenta que el caos aparecía en la ciudad en todos los círculos. De hecho, había quedado sorprendida de cómo un evento de tal naturaleza puede hacer tambalear equitativamente y sin escrúpulos, todos los estratos sociales. Estaba claro, ni la muerte ni la enfermedad discriminaban a las personas, no importaba donde vivieran, como lo hicieran o cuánto dinero tuvieran, vaya al parecer ni siquiera importaba la edad con que contaran o la salud que se hubieran empeñado en mantener. No había ninguna garantía de quedar excluido de la pandemia que se estaba cerniendo inmisericorde sobre la humanidad…

Nicel se acercó a la taquilla de una de las más importantes cadenas de transporte aéreo, interesada en comprar un boleto para el vuelo más inmediato con dirección a Mazatlán, Sinaloa, su tierra natal y también la ciudad en la que aguardaba por ella su madre enferma.

El hombre que se encontraba vendiendo en el mostrador la miró de una manera que la hizo recordar el episodio en el metro de esa misma mañana, era la sensación nítida de una petición que parecía tornarse imposible.

-¿Pero qué es lo que me está pidiendo señorita? los boletos para nuevos vuelos dejaron de venderse desde ayer en que se declaro la fase de pandemia, en este momento no nos encontramos realizando la venta de boletos a ninguna parte- dijo el hombre - los únicos vuelos que hoy saldrán son los de aquellas personas que los programaron mucho antes de que esto pasara, con días e incluso semanas de anticipación… perdóneme pero nada puedo hacer por usted-

-Por favor, escúcheme, mi madre ha enfermado y no sé si se trate de esta nueva enfermedad, ésa de la que todos hablan- explicó –Permíteme abordar el lugar que sea, alguien debió de cancelar su boleto, alguien debe de haber dejado un lugar libre, se lo suplico…  

-Aunque pudiera hacerlo señorita, no tengo la autorización- Respondió el hombre malhumorado, pero la chica insistió

–Ya sé de lo que se trata, por favor no nos hagamos tontos y perdamos más el tiempo, la vida de mi madre podría estar en riesgo… aquí tiene su autorización- y habiendo dicho esto dejó caer casi de manera imperceptible, un billete de quinientos pesos sobre el mostrador. El tipo lo tomó inmediatamente tan pronto como cayó delante de él y sin decir una palabra más, como si nada de aquella conversación hubiera sucedido, le entregó un boleto para abordar el primer vuelo a ese destino. -El dinero y su magia- Pensó despectivamente Nicel un tanto avergonzada, en otro momento y otra situación jamás habría recurrido a tales actos, pero la salud de su madre estaba en peligro y ello iba más allá de cualquier noción de moralidad.

En la sala de la aerolínea podían observarse muchas caras a la espera, hombres leyendo el periódico, enterándose de lo último en materia de la enfermedad, otros hablando incesantemente por teléfono celular, otros más simplemente esperando, acomodándose una y otra vez el cubrebocas y los guantes en su irremediable nerviosismo y ahí, exactamente a la mitad de una larga fila de asientos muy incómodos, Nicel jugueteaba distraída con su lápiz labial… Apenas iban a dar las diez de la mañana y su vuelo salía a las diez con quince. De alguna parte  tenía que sacar quince minutos más de desesperada paciencia.

A lo lejos en aquella sala, podía escucharse la voz de un presentador de un conocido noticiero, dando a conocer al mundo las últimas noticias sobre la pandemia:

-Nos ha llegado la noticia de último minuto de que en las primeras horas de ésta mañana se han confirmado los primeros casos de muerte en Francia y España, al parecer, la Organización Mundial de la Salud ha hecho bien en elevar la alerta epidemiológica a Fase cinco, hoy, estos hechos están moviendo naciones enteras en un esfuerzo conjunto por encontrar una cura y solidarizarnos con los países afectados… Los ciudadanos de la ciudad de México se encuentran asustados, el caos en masa ha comenzado a hacer estragos en las ciudades más pequeñas y pronto alcanzará a las más grandes… Ya se están reportando casos de saqueo a pequeños centros comerciales y tiendas departamentales, hoy más que nunca, el país eleva una plegaria al unísono…

Eran muy malas noticias. El número de portadores y la diseminación estaban aumentando en forma exponencial, el gobierno tendría que actuar rápido. El tiempo se estaba acabando también para Nicel, parecía que las malas noticias convertían la longitud de los minutos a la brevedad de los segundos… de repente, una voz monótona en las bocinas de la sala le indicó que ya era momento de tomar su vuelo.

Se levantó y se enfiló con el resto de pasajeros con los cuáles compartiría su destino, dirigidos todos por un pasillo móvil que los conduciría hasta las puertas del avión.

Sólo unos cuantos segundos le restaban así que ingresó al avión y ubicó su lugar en ventanilla, justo a tiempo para poder estar completamente tranquila antes de sentir el ronroneo de los motores y el avión comenzar a despegar…

Nicel se despidió en silencio de aquella ciudad con un último vistazo a su reloj de pulsera: Diez con quince, el tiempo se había acabado…

***

 

lunes, 4 de junio de 2012

Capítulo 4 Bata limpia...


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Bata limpia
El taxi que dejó a Nicel cerca de la entrada frontal del Hospital había conseguido tomar un atajo en el recorrido de diez calles, algo que sin duda le había ahorrado unos minutos, sin embargo iba a llegar con un retardo de por lo menos quince  de éstos y a pesar de la prisa que sentía, sus apresurados pies no encontraban la manera de caminar con mayor velocidad.
Ojala no hubiera elegido los tacones esta mañana- Se dijo a sí misma y ciertamente esto era lo único que podía hacer por sus doloridos pies, era muy incómodo tratar de correr con zapatillas puestas.
La entrada del Centro Médico Nacional el hospital en el que ella trabajaba, se encontraba aproximadamente a cien metros de la vía vehicular principal, una gran avenida de cinco carriles que se extendía de sur a norte por esa zona de la ciudad y que era imposible de atravesar de otra manera que no fuese usando el puente peatonal. Era justamente el detalle de subir las escaleras lo que más le incomodaba. Se recordó ser más práctica la próxima vez, se traería un par de tenis, no importaba si eran los menos elegantes pues sin duda serían mucho más cómodos.
Apartó estos pensamientos de su mente y se concentró en lo que posiblemente encontraría ese día en el piso de Neumología del hospital, pues tal vez aquellos momentos no fueran los más apropiados para preocuparse de sus comodidades siendo que el país se encontraba sumergido en una alerta fase cinco internacional y por más que deseara no estarlo, ella estaría involucrada.
-Vaya todo el personal médico estaría inmerso hasta el cuello en la contención del problema, actuando como primeros respondedores-
Se transformarían en la barrera que frenaría el avance y la diseminación del virus, era una simple cuestión de organización y cultura preventiva, algo fácil de entender pero muy difícil de implementar, al menos para una población tan grande como la de la Ciudad de México. Además ella había visto en ocasiones anteriores como las personas pierden el control ante una amenaza colectiva… El impacto psicológico era tal, que fácilmente pudo haberse considerado de la magnitud de una guerra civil un evento como este… y no se diga de la lucha contra el narcotráfico.
Nicel trató de abandonar estos pensamientos, tenía que estar alerta.
Al aproximarse hacia la puerta de acceso para el personal médico inmediatamente pudo notar la dimensión que había alcanzado el problema, tanto a nivel social como a nivel biológico: decenas de personas se encontraban formando un tumulto caótico en torno a la puerta principal, algunas de ellas veíanse claramente enfermas, estornudando y frotándose los ojos o la nariz con un pañuelo de papel. Por aquellos días de un año cualquiera que no fuese ése precisamente, una enfermedad respiratoria en una persona hubiera podido parecer “típica” y en cierta forma lo era pues los pequeños brotes de influenza estacional  o resfriado por Rinovirus abundaban aquí y allá, no obstante, en las últimas horas los noticieros habían reportado un aumento espectacular del aumento de casos “atípicos” como era el hecho de que casi todos ellos se encontraran en individuos jóvenes sin antecedentes previos de enfermedad.
– ¿Cómo era posible que las personas más sanas y de buenos hábitos y alimentación cayeran enfermas en cuestión de sólo uno o dos días? Acaso nos estamos enfrentando a una cepa mutágena del virus que ha logrado disminuir de algún modo su velocidad de incubación?-
Eran las preguntas que surgieron una tras otra en la mente de Nicel mientras contemplaba con pasividad a aquellos hombres y mujeres en su alboroto, como si las ideas brotasen de un géiser en su cabeza. Todas las preguntas que hasta ese momento no había tenido tiempo de hacerse comenzaban a surgir de una en una, tristemente todas ellas sin respuesta alguna, al menos, por ahora…
Nicel comenzó a caminar entre aquellas personas ávidas de atención, tenía que hacerlo, después de todo estaban bloqueando la única puerta por la cuál podía acceder a la instalación.
Espabila- le gritó su mente consiente, pues aunque ella deseaba con mucha fuerza estar detrás de una mesa de laboratorio poniendo y quitando matraces, cultivando células y experimentando con aquel nuevo y sofisticado virus hasta llegar a la cura, nada podía hacer por aquella fantasía científica en ese instante, su trabajo en el hospital también era importante y aunque curar a las personas y darles alivio era de las cosas más hermosas de la profesión, no por ello estaba exenta del peligro más próximo: Contagiarse de esa nueva cepa. Un pensamiento bastante inquietante, que se volvió aún más cuando uno de aquellos individuos comenzó repentinamente a sufrir un violento acceso de tos productiva…  
El hombre tosió una y otra vez sin dejar de agarrarse con fuerza el pecho, sin duda aquejado de un intenso dolor precordial, entonces, tan inmediatamente como había empezado se desplomó al piso y comenzó a salir de su boca una gran cantidad de líquido marrón.
-La tos es demasiado intensa, le ha provocado una reacción vagal llevándolo al vómito- Fue lo que la intuición de Nicel, magistral para la medicina, había concluido en sólo cuestión de segundos. Era un tipo de pensamiento rápido al que estaba acostumbrada por todos esos años de rotar en el pabellón de urgencias: De un momento a otro podía estar jugándose la vida de alguien
El hombre de repente dejó de vomitar y quedó inmóvil boca arriba, con los fluidos brotando a borbotones de su cavidad nasal. Nicel no tuvo que pensarlo dos veces, dejo caer sus cosas y se arrojó de rodillas al suelo, ese hombre se había convertido inmediatamente en su paciente y ella en su responsable.
-Seguramente ha broncoaspirado y el fluido ha invadido las vías respiratorias inferiores, quizá sus músculos estén demasiado débiles para lidiar con el espasmo y expulsarlo- De un solo movimiento se colocó el estetoscopio y exploró los focos pulmonares principales…
-Nada, no tiene murmullo respiratorio, no está respirando… pero aún tiene pulso… ¡Resucitación!
Menos de dos minutos de maniobras fueron suficientes para expulsar el líquido y devolver el movimiento respiratorio… El hombre volvió en sí, se encontraba vivo y consciente. Los arduos años de entrenamiento estaban dando sus frutos, había salvado una vida.
Nicel aún se encontraba de rodillas en el piso verificando los campos del tórax con su estetoscopio por última vez cuando un par de camilleros salieron y ayudaron al hombre a incorporarse para ingresarlo a urgencias. Ella aprovechó la apertura de las puertas para por fin llegar al interior del edificio, dejando atrás aquel tumulto de personas enloquecidas que querían tomar por la fuerza la salud en sus manos…
Cuando ya se encontraba por fin en la comodidad de la oficina que, por ser jefa del servicio de Neumología le correspondía en aquel séptimo piso del hospital, pudo por vez primera en toda aquella loca mañana volver a respirar con la seguridad que esas cuatro paredes le proporcionaban, sin darse cuenta de lo excesivamente violada que ya se encontraba esa aparente y estéril seguridad, pero logró notarlo en el momento en que se quitó la bata empapada de las secreciones respiratorias del sujeto al que había salvado, formando una mancha color café cerca de la pechera, cuál si fuera una taza de café derramada.
Casi al instante pudo reflexionarlo y percibir el enorme riesgo que había representado esa mancha cerca de su boca, de su nariz, de la entrada del aire a sus pulmones…
¿Acaso se había contagiado con el simple hecho de aspirar el hedor? ¿Ese contacto, aunque muy superficial habrá bastado para enfermarla? ¿En cuánto tiempo comenzaría a experimentar los síntomas?
No, no podía empezar a dar vueltas a una idea posiblemente equivocada, pues no era una completa certeza que estuviese ya contagiada para entonces, tantas cosas habían sucedido desde que llegó al metro esa mañana, tantas formas en las que se había podido poner en riesgo sin siquiera darse cuenta de ello, que la paranoia dentro de ella comenzaba a gritar, pero tenía que comportarse como lo que era, tenía que participar en la contención de todo este problema, su departamento y sus habilidades eran una pieza fundamental para ello, además, de todas las personas que manifestaban síntomas de resfriado, ¿Cuántas de ellas realmente estarían infectadas con la cepa AH1N1? Era poco probable que más del ochenta por ciento ya que si esto fuera de hecho cierto, estaríamos enfrentándonos a una pandemia que podría alcanzar dimensiones globales… ¿Era esto posible? ¿Cuánto tiempo quedaba antes de que el contagio fuera irreversible?... Las preguntas solo seguían amontonándose una tras otra en la lista de cosas pendientes por reflexionar, ojalá encontrara tiempo pronto para hacerlo antes de que fuera demasiado tarde.
Nicel abrió un par de casilleros de la pequeña estancia en la que se encontraba. Recordaba haber guardado en alguno de ellos una bata nueva de repuesto en caso de que no pudiera traerse la de siempre y por fin la encontró debajo de una pila de libros de medicina que se encontraba sobre una de las sillas y se la puso despreocupada por primera vez en su vida, de que se encontrara arrugada, se conformaba con que estuviera limpia de secreciones, virus, bacterias, o todo aquello que pudiera ponerla en riesgo…
“Una bata limpia y un par de guantes siempre serían el mejor escudo de un médico” se jactaba de decir a veces a los estudiantes y desde ese día, decidió que esa sería para siempre su frase favorita.
Había dieciséis pacientes en el piso de neumología esa mañana y ella tenía que pasar visita a todos y cada uno de ellos, una tarea sencilla en comparación con lo que estaba por venir…
Salió de la pequeña oficina y cuando estaba a punto de cerrar la puerta, el teléfono en el interior sonó. Ella se apresuró a contestar totalmente ingenua a la noticia que recibiría…

Capítulo 3 San Lázaro...


3
San Lázaro

TIEMPO PRESENTE:
En cielo matutino despertaba azulado y el sol comenzaba a elevarse sobre el horizonte mientras las estrellas se pagaban para esperar de nuevo la noche. Ya eran próximas a ser las siete con cincuenta minutos de la mañana y Nicel aún se encontraba de pie en el andén de la estación del metro esperando la llegada del convoy.
Impaciente se balanceaba de un lado a otro, aparentando una impaciencia y mal humor que verdaderamente no sentía. De hecho ni siquiera se consideraba a sí misma una mujer impaciente, pero cualquiera que hubiese intentado abordar el metro de la ciudad de México  entre las siete y las ocho horas de un lunes cualquiera, sabría perfectamente lo difícil que resulta tan siquiera aproximarse a la puerta de un vagón mientras tratas de abrirte paso a empujones y codazos entre las personas…
Realmente no estaba molesta, no podía simplemente estarlo y culpar a la gente, ya que todos hacían lo que podían al igual que ella para procurarse un lugar en el transporte público. Podría decirse que todos ahí eran víctimas del sistema, peleando por incorporarse al bullicio de una sociedad que se ha apropiado del ritmo de sus vidas. Y es que era cierto, la ciudad de México y sus veinte millones de habitantes era un buen ejemplo de la urbanización sin orden, con más de cinco millones de usuarios diarios de la red del suburbano.
Justo ahí, presa de la cotidianeidad y a la mitad de esa plataforma llena de personas de todas las profesiones y disfraces, de todos los aromas, tallas y complexiones, se encontraba Nicel Lozano, una joven doctora de apenas veintinueve años de edad, amante de su trabajo y acérrima enemiga de la impuntualidad. Una mujer cuya personalidad muchas veces había sido calificada por personas de su trabajo como “demasiado dispar” con su corta edad, ¿absurdo no? aquellos hombres no podían ni imaginarse las cosas que ella había tenido que vivir…  Era por ello que comentarios y opiniones como aquellas la mantenían sin cuidado y las consideraba simplemente como una parte fundamental de su trabajo, una herramienta esencial para mantener su profesionalismo…
Miró su reloj de pulsera por quinta vez en diez minutos mientras su mirada se paseaba una y otra vez hacia la dirección por la cual llegaría el convoy, como si de alguna supersticiosa manera, apurara con ello su aproximación.
Su turno en el hospital comenzaba a las ocho en punto y aunque le daban una tolerancia de quince minutos, jamás se había visto en la necesidad de ocuparlos. No permitiría de ningún modo que ese lunes se convirtiera en la excepción.
Finalmente, aquellos minutos de espera arrojaron fruto y el convoy del metro llegó al andén de aquella, la estación San Lázaro. Nicel hizo su máximo esfuerzo para situarse lo más cercana posible a las puertas de un vagón, que como el resto, podía verse completamente saturado y desparramando gente. Tenía que estar alerta, seguramente las puertas se abrirían vomitando a las personas sin amabilidad ni naturaleza, todos peleando por salir mientras otros luchaban por entrar… Nicel suspiró un instante al ver a lo que se enfrentaría, así era la vida en San Lázaro, una de las estaciones clave para transbordar en la ciudad.
Probablemente en cualquier otro momento aquella danza de tropezones y empujones le habría parecido incluso cómica a los usuarios como Nicel, acostumbrados a viajar a través de la ciudad, sin embargo, por aquellos días de Mayo del 2009, México atravesaba por una muy compleja situación biosocial que, al no tener precedente alguno, poseía la asombrosa capacidad de generar una atmósfera bien cargada, cuya tensión casi podía respirarse en todos y cada uno de los rincones del Distrito Federal… sobre todo los de sitios públicos: El brote de influenza viral.
Nicel sabía perfectamente que éstas no eran palabras menores, ella conocía bien la anatomía molecular y propiedades infectivas del virus de influenza, después de todo se había especializado en medicina torácica y eran justo las enfermedades respiratorias la fuente más importante de su trabajo.
Se abrieron las puertas del vagón y luego de un breve y estrepitoso flujo de pasajeros, Nicel apenas pudo conseguir un lugar cerca de la puerta, justo antes de que las puertas cerráranse y el tren iniciara por fin su marcha.
Eran nueve las estaciones que la separaban de su destino y sólo le quedaban cinco minutos más para llegar, no obstante, había ciertos detalles atípicos e inquietantes en aquel vagón, que le hicieron olvidarse incluso de la prisa que la agobiaba… la totalidad de los pasajeros eran hombres y una gran parte de ellos se encontraba mirándola…
Era muy extraño, no era sólo que ellos la miraran por su bello rostro, por su cabello o por lo atractivo de su cuerpo… esas eran miradas a las que estaba acostumbrada, pero no era el caso. Incluso tampoco se debía a que fuese la única mujer entre esa perpetua masculinidad… no, no era eso, había algo más en esos rostros heterogéneos, algo mucho más próximo y llamativo: Todos, sin excepción alguna, usaban cubrebocas, TODOS ELLOS. Este simple pero muy sutil hallazgo la hizo saltar de su ensimismamiento y sentirse intranquila de repente, agobiada por el peso de todas esas miradas que parecían escudriñarla de pies a cabeza y sorprenderse por el resultado del examen ¿Acaso había algo mal en ella?
Las estaciones fueron pasando de una en una y cada vez más y más hombres abordaban el vagón para mirarla, una parte de ella sabía que era una tontería, pero tenía casi la certeza de que así era.
-No dejan de mirarme ¿Qué quieren de mí?
El tiempo seguía corriendo y el pánico estaba amenazando con arrebatarle la cordura: Una mujer sola en un vagón atestado de hombres ¿Una locura?
Se sentía sofocada y como pudo logró descender a la siguiente apertura de las puertas. ¿Qué es lo que había provocado que la miraran de ese modo? Un mareo la aquejaba y tal vez, un gran vaso de café la salvaría, por suerte más adelante podía divisarse una tienda en uno de los pasillos que conectaban al andén…
El pequeño local, que vendía revistas y lo que parecían ser desayunos rápidos, se instalaba en un rincón solitario de uno de los pasillos más amplios de la estación y había aparecido frente ella como una balsa ante un náufrago. Su cuerpo necesitaba glucosa, pues en su apresurada salida de su departamento no había tenido tiempo para probar bocado alguno…  
En la pequeña barra del localito apenas se veían un par de comensales, suficiente gente como para hacerla sentir más tranquila, siempre era mejor estar en un lugar público.
Como pudo, Nicel se aproximó y con apenas un hilo de voz consiguió pedir un  gran vaso de café Americano bien cargado y una empanada de fresa y se sentó por fin junto a uno de los hombres de corbata que desayunaban. Mientras bebía distraída del todavía humeante recipiente, le arrebató la atención el encabezado en el periódico del individuo más cercano a ella, en él podía leerse en tinta roja: “LA ALERTA EPIDEMIOLÓGICA DE LA OMS SE ELEVA A FASE 5” Fue en ese preciso instante que hubo una revelación en el cristal del aparador de la pequeña tienda, donde su figura reflejada le permitió darle sentido a lo sucedido con los hombres del vagón y que las piezas encajaran en su cabeza: ella traía su bata puesta, con su estetoscopio incluso aún colgado al cuello, pero el detalle fulminante fue descubrirse a sí misma sin la más mínima precaución por el uso de cubrebocas, de hecho ella parecía no tener preocupación alguna por colocar sus manos sobre las sucias e insalubres sujetaderas del metro, a pesar de haberse elevado la alerta a Fase cinco y caminar por ahí con una bata puesta…
El caos pronto comenzaría a abrazar la ciudad si no se implementaban las medidas necesarias y acordes a esa fase cinco… pronto comenzarían a cerrar los espacios públicos y limitarían a las personas al espacio de sus casas.
“Fase cinco” eran palabras mayores incluso para un organismo internacional como la OMS…  
Nicel sabría que la situación subiría de tono en unas pocas horas y necesitaría estar preparada para lo que fuera. Los pacientes solían perder el control cuando su salud se veía amenazada de manera directa y en este caso, inmisericorde… Los humanos eran demasiado egoístas como para poder encontrar la solidaridad ante los hechos que la merecía y en cambio, entraban muy fácilmente en caos.
Nicel miró su reloj una vez más, ya eran las ocho con quince minutos de la mañana. Por primera vez en el año no contaría con el tiempo suficiente para evitar el retardo…  
Era un hecho, iba a llegar tarde.




Capítulo 2 títere y titiritero...


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Títere y titiritero

Ernesto permaneció ahí sentado a la mesa del Sanborns incluso una vez que el licenciado Montalvo se hubo retirado. Felipe Montalvo, el exitoso empresario trabajaba para uno de los más grandes imperios farmacéuticos del mundo y aunque era evidente que no era él quien movía los hilos ahí dentro, por lo menos conocía gente. Personas poderosas. Era justamente la clase de amistades que a Ernesto le gustaba procurarse. Hombres con poder y posición, que se sabían mover de un escalón a otro con rapidez sin importar que tan insegura o tambaleante fuere la pirámide social. Hombres inteligentes para hacer negocios.
Ambos hombres habían sido compañeros durante el bachillerato y aunque habían seguido caminos por completo diferentes en aquel entonces, parecía que el destino les reservaba aún la más grande sorpresa. Sorpresa que encontraron en la calidez de la amistad que habían retomado después de tanto tiempo. Y de repente, en un abrir y cerrar de ojos se encontraban ahí, más amigos que nunca y compartiendo su pretencioso gusto por el dinero.
Ernesto se sentía pleno, íntegro de repente. Tenía el presentimiento de que ese nuevo trato que se había cerrado aquella mañana, representaba la apertura de una gigantesca puerta que lo llevaría por fin a la riqueza y la felicidad que siempre había deseado conseguir. Una puerta que llevaba buscando treinta y seis años de su vida.
No dejaba de sonreír para sí mismo, mientras contemplaba los escenarios que las mesas de ese Sanborns le ofrecían. Hombres de negocios se veían aquí y allá, de vistosos trajes y espléndidas corbatas, probablemente también cerrando jugosos tratos de negocios al igual que él lo había hecho minutos antes. 
También veíanse mujeres. Damas en grupo comentando las películas de estreno o las últimas tendencias de la moda... Y por último se encontraba él, disfrutando de su reflexión en medio de la soledad de su mesa, sólo interrumpida por la compañía que le otorgaba su interminable sonrisa en el rostro.
-Ojalá estuvieras aquí papá- Dijo en voz alta, mientras la nostalgia lo invadía y que a punto estuvo de arrebatarle una lágrima.
Su padre, Ernesto Alquicira, había sido el iniciador de su vida en los negocios, el que le había dado la idea de comenzar invirtiendo en farmacéutica y quién le había dado el capital para iniciarlo todo desde cero. Era ese gran hombre por quién ahora tenía lo que tenía y era quién era.
Pero su padre se había ido hace ya mucho tiempo. El cáncer cerebral se lo había arrebatado y sólo quedaba él. Nunca tuvo hermanos con quién compartir sus triunfos y a su madre jamás la conoció. Eran sus hijos los últimos peldaños de la dinastía de los Alquicira. Los últimos del árbol genealógico. No permitiría que se perdieran este triunfo auténticamente suyo desde el principio hasta el fin. Iba a hacer que se sintieran orgullosos del hombre que era y del gran empresario en que se había convertido.
Aún no sabía exactamente cómo ni de donde sacaría el monto que le faltaba por pagar pero lo haría. Tenía que hacerlo, había tomado ya la firme decisión y no se echaría para atrás ahora. Además, la inversión valdría cada centavo.
Ernesto abandono aquella reflexión de las cosas para por fin dejar una gran propina y salir al estacionamiento. Estaba de muy buen humor a pesar de que exactamente no sabía cómo conseguiría el monto. Sin embargo tenía la certeza de que así lo haría.
El lujoso Sanborns en el que se habían quedado de ver para desayunar Montalvo y él se encontraba sólo a diez minutos de distancia de su residencia. Esto suponía una ventaja para efectuar la negociación ya que, al menos el pensaba que cualquier riesgo que debiera tomar a nombre de su empresa, debía de ser lo más cercano posible de su lugar más cómodo en el mundo: su hogar. Como si de alguna extraña manera, la amenaza de fracasar en un acto de negociación fuera fácil de sobrellevar cuando tenía tan cerca un lugar seguro hacia donde correr y dónde desahogarse. Como aquel capitán que por hundirse con su barco, se hunde feliz.
Ernesto salió al estacionamiento y se dirigió al sitio donde había dejado aparcado el Audi TT que conducía y justamente ya estaba por abrir una de las puertas cuando notó que había un sobre de papel recargado sobre el parabrisas de su auto…
A primera vista el sobre parecía una vulgar propaganda electoral o un boletín comercial así que lo tomó para llevarlo a la basura cuando se percató de que dicho sobre tenía escritas unas líneas en tinta roja. Cuando lo hubo mirado detenidamente notó algo mucho más interesante e inesperado: El sobre era una carta cerrada… y estaba dirigida a él pero había algo más… un dato extra escrito en él… se trataba del remitente, un tal Doctor Corvisart
Ernesto se encontraba distraído y en ese momento no le dio demasiada importancia al tema. Incluso estuvo a punto a dar apertura a aquel misterioso sobre ahí mismo, mientras seguía de pie en el estacionamiento del restaurante, pero se puso a pensar un segundo y decidió que la lectura de aquel documento tendría que esperar. Aquella extraña carta dirigida solo y específicamente  a él no le daba buena espina… Más allá de las extrañas circunstancias en que llegó a sus manos era el miedo a lo desconocido lo que lo aterraba pero ¿Qué tenía que perder?
-Vamos Ernesto no seas cobarde- Se dijo para sí mismo. – ¿Porqué de pronto te sientes tan inseguro por un insignificante pedazo de papel? No es que no sea extraño todo esto pero demonios, acabas de cerrar un trato de muchos millones que seguramente le dará un giro espectacular a tu vida en tan sólo unas cuantas semanas, ya lo has oído, Montalvo te lo ha asegurado… “No hay nada de qué preocuparse”- Se repitió en voz alta una vez más. Sonaba como el spot de una campaña política bien elaborada ya que justamente lo conducía al mismo efecto tranquilizador que produciría esta última.
Sin más titubeos o dudas al respecto, Ernesto abordó su Audi, se colocó sus gafas oscuras y conectó su iPad a todo volumen. No iba a permitir que nada le arrebatase su tranquilidad, era un hombre nuevo a partir de ese momento ya que si su vida cambiaría dando un giro de trescientos sesenta, el también tendría que cambiar para adaptarse a esa nueva dirección.
El tremendo rugido del poderoso motor de su auto al acelerar por las calles de Reforma, en la ciudad de México, pronto le devolvió la sensación de tener el control. Y es que en realidad lo tenía ¿No era así? Una pregunta inquietante para la que no conocía una respuesta aún. ¿Sería que acaso aquel extraño manuscrito se la revelaría?
Ernesto piso a fondo el pedal del acelerador. Pronto descubriría si era él quién en verdad tenía el control en sus manos…



SINOPSIS


Hugo Saavedra B.
AH1N1: El origen de las especies


Corre el año 2009 en que la ciudad de México se encontraba metida en la densa situación social del encierro y la paranoia por el virus AH1N1. Nicel Lozano es una hermosa doctora que se encuentra en la cumbre de su joven y prometedora carrera justo cuando la alerta epidemiológica es elevada a la fase 5 internacional y el personal del centro médico nacional debe estar más atento que nunca para contener  el contagio… pero inesperadamente Nicel recibirá una llamada que cambiará definitivamente el rumbo de las cosas en su vida, cuando se vea forzada a hacer un viaje hacia Sinaloa, su tierra natal, donde tendrá que enfrentarse cara a cara con un oscuro pasado vinculado al narcotráfico que amenaza de pronto con arrebatarle lo que queda de su reducida familia… y las peores noticias apenas están surgiendo en los noticieros cuando el aparentemente inofensivo virus haya mutado para afectar el cerebro de los enfermos convirtiéndolos en ávidos comedores de carne…
La chica se verá en la necesidad de emprender la búsqueda de su madre enferma y a recorrer las calles de una peligrosa ciudad devastada por la muerte y la desesperación, sacándole provecho a lo mejor de dos mundos: El mundo del narcotráfico con sus armas, sus autos de lujo y los escondites… y el mundo de la medicina, todo mientras se ve envuelta en una lucha por su supervivencia contra las criaturas en que se han convertido los enfermos a los que ella debía curar, pero que ahora la única forma de curarlos será una dosis de balas en el cráneo… la joven doctora deberá cuidarse de ser alcanzada por las mordidas y se reencontrará con un amor que paradójicamente está a punto de arrebatarle la vida…

Autos, persecuciones, armas y una secreta conspiración para el desarrollo de un arma biológica que termine de una vez con la plaga en que se ha convertido la humanidad en el planeta… demasiadas emociones atraviesa el mundo en este thriller mientras una hermosa chica se debate entre el sentimiento y la razón que la llevan a desnudar su corazón en el nuevo mundo de las especies AH1N1…


Capítulo 1 palabra mágica...



AH1N1: El Origen de las especies


Este libro es una obra de ficción. Los nombres, los personajes, las empresas, las organizaciones, los lugares y los acontecimientos o bien son fruto de la imaginación del autor o bien se utilizan con carácter ficticio. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, con acontecimientos o situaciones es pura coincidencia.


PRÓLOGO
Artículo principal: Brote de gripe A (H1N1) de 2009 por país
Entre 2005 y 2007, el Centro para el Control de Enfermedades de Atlanta, Estados Unidos, reportó 5 casos de gripe porcina. El primer caso detectado en 2009 se detectó el 28 de marzo de ese año…
De acuerdo al mensaje televisado del Presidente de México Felipe Calderón el 29 de abril de 2009, la situación se confirmó el 21 de abril y se comunicó al público el 23. Este brote se hizo público el 22 de abril cuando el diario mexicano Reforma alertó sobre los casos ocurridos en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México…
Inicialmente fueron afectadas tres áreas diferentes del país (Distrito Federal, Estado de México y San Luis Potosí) afectando a una población joven y sana.
El 25 de abril se confirman casos en el estado de Nueva York y Kansas.
Al 27 de abril de 2009, la nueva cepa fue confirmada en Ohio (EUA), Canadá, España y Reino Unido, y el 28 se confirmaron tres casos en Nueva Zelanda y uno más en Israel. Esto impulsó a la OMS a elevar su nivel de alerta pandémica a 4, que se encontraba en el nivel 3 desde hacía años por la gripe aviar. En estos días se iban confirmando la extensión a otros países por casos de viajeros procedentes de México…  Posteriormente se produjeron otros casos en otros lugares como Alemania, Corea del Sur y Reino Unido.
El número creciente de casos alrededor del mundo y la expansión de decesos por gripe porcina fuera de las fronteras mexicanas hizo que la OMS elevara nuevamente el 29 de abril el nivel de 4 a 5 de la alerta epidemiológica, lo que literalmente significa "pandemia inminente"…
En Suramérica ya se registro el primer caso confirmado, en Colombia, donde el Gobierno anuncio en mayo la presencia confirmada de un paciente con virus A H1N1 en la localidad de Zipaquirá…







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Palabra mágica
“El ambicioso sube por escaleras altas y peligrosas y nunca se preocupa de cómo va a bajar. El deseo de subir ha anulado en él el miedo de la caída”
-Thomas Adams
UNA SEMANA ANTES DE LA EPIDEMIA:
-Vamos Felipe, yo sé que puedes ayudarme con esta situación… Eres el único que puede meter las manos por mí en esto…
-Licenciado Montalvo: Te juro que estoy haciendo todo lo que está a mi alcance. No se trata de que me falten ganas de ayudarte, sabes que estoy en la mejor de las disposiciones pero no es algo que dependa únicamente de mí… Hay muchos intereses involucrados. Personas de mucho calibre están apostando sus inversiones a este producto…
-Y yo los justifico totalmente, pero necesito que veas mas allá de mí pues es mi familia la que está de por medio. Su bienestar pende de un hilo. ¡Por dios!, ya te mostré mis estados financieros… Las últimas dos grandes inversiones de mi empresa terminaron dando muy pocos dividendos y si la situación sigue de esta manera me veré forzado a vender parte de mis acciones, por favor… ¡mis hijos! Piensa que será de ellos, ¡no podré seguir pagando sus colegiaturas  Felipe!
-Lic. Montalvo: En verdad lo lamento mucho Ernesto, pero ya no podemos bajar más los precios del producto, el lanzamiento está a solo unos cuantos días de ejecutarse, ya te darás cuenta de cuán explosivo será… Las campañas lo difundirán masivamente entre la población que lo comprará por millones… Será el evento que nos coloque como líderes farmacéuticos. Piensa que toda la inversión que hagas se quintuplicará en cuestión de días, ¡imagínalo!
-Pero claro que lo imagino y créeme que he buscado financiamiento, préstamos, incluso empeños pero no consigo aproximarme a la cantidad que me pides… ese producto fue pensado para lanzarse en las cadenas de farmacias más grandes, esas de más de 200 sucursales en el país… nosotros somos apenas una minoría, una pequeña sociedad de treinta sucursales Julián, no tengo un capital tan grande, por favor entiéndeme…
-Montalvo: Por favor entiéndelo tu Ernesto, te repito que yo no he establecido los precios ni el plan de ventas. Solo soy un emisario, un promotor. Y si quieres mi consejo, como amigos que somos te sugiero que busques el mayor financiamiento que puedas, ya no sólo juntar para la compra mínima… si no para la mayor cantidad del producto a la que puedas acceder. En verdad que será un lanzamiento muy grande, es un proyecto en el que se han invertido cientos de millones. Mucho más dinero del que te puedas imaginar y todo por una simple y sencilla razón, no existe competencia alguna en el mercado. Ni un solo medicamento que compita con el que estamos por sacar, nada que se vea efectivo ante la necesidad real…
-¿A qué te refieres con ello? ¿Cuál necesidad real?
-Montalvo: Mira, me he podido enterar de muy poco, solo unos retazos de información aquí y allá, pero todo parece ser que detonarán la venta del producto aprovechando la necesidad de la población… la necesidad de curarse de ésta enfermedad respiratoria…
-¿Así nada más? Es decir, enfermedades respiratorias las hay todo el año, si acaso un poco más en esta época, no logro comprender exactamente de dónde sacan tus superiores que todo saldrá a pedir de boca… ¿Cómo pueden estar tan seguros?
-Montalvo: No se trata de cualquier enfermedad estacional… Se trata de influenza
-¡Qué más da! Todos los años hay pequeños brotes de la bacteria, es algo muy común y fácil de tratar ¿Por qué habría de ser diferente esta vez?
-Montalvo: No, no es cualquier tipo de influenza, ésta es viral y además, es una cepa muy especial…
Ernesto se inclinó más hacia delante, como si de esta manera pudiera escuchar mejor. Sus oídos se negaban a dar crédito a las palabras de su amigo Montalvo.
-¿Qué tan especial?
-Montalvo: Imagínate que se han invertido hasta ahora casi treinta millones tan sólo en ese virus…
-¿Qué? Eso no tiene ningún sentido Felipe, los cultivos virales no son tan costosos además de que los presupuestos destinados a la investigación de una enfermedad ya conocida nunca son tan abombados, a menos que te refieras a…
De pronto la voz de Ernesto se fue apagando poco a poco reemplazada por su silente incredulidad. El licenciado Montalvo percibió de inmediato está sensación en su amigo y respondió con un gesto afirmativo, como si adivinara con exactitud lo que estaba pensando.
-Ingeniería genética…
-Montalvo: Esa es justo la palabra mágica.
-Le han modificado el genoma, ¿es así? ¿Qué resultados esperan obtener con esto?
-Montalvo: Te diré simplemente que los ensayos realizados con nuestro producto arrojaron resultados de casi el 85% de efectividad contra el patético 3% del resto de los fármacos de los competidores. Evidentemente será nuestro el monopolio de las ventas, seremos el único fármaco capaz de combatir al virus. Tendremos la única cura disponible en nuestras manos… y lo mejor de todo es que se venderá a un precio de casi veinte veces la inversión inicial…
Los ojos de Ernesto de repente se encendieron como chispas escapando de una hoguera y su mente inmediatamente comenzó a hacer un recuento de sus mayores fantasías, sobre todo las más infantiles y caprichosas que ahora se veían súbitamente al alcance de sus manos. Casi podía tocarlas con los tentáculos gigantes de su ambición. Un breve recordatorio de la vida con que había soñado siempre y que nunca, ni siquiera en su papel de empresario farmacéutico había logrado arañar.
-Es muy prometedor entonces ¿Eh?- Dijo Ernesto tratando de contener su emoción.
-Montalvo: Sin duda lo es amigo mío. Ahora, la pregunta que debes responder es si te interesa ser parte del proyecto de ventas… Con tu cadena de farmacias participando podremos llegar a una mayor población todavía, lo que le aseguraría mayores dividendos a mis jefes y por tanto, también a ti…
-Acepto- Contestó Ernesto sin el más mínimo rastro de duda en su voz. Con la seguridad asomándose por la mirada del gran empresario que era.
-Montalvo: Muy bien, debes cumplir con los treinta millones que faltan en el plazo de seis días. Después de eso no podremos esperarte más y los suministros comenzarán a enviarse a los consorcios de farmacias participantes en todo el país mientras se ejecuta el plan de diseminación del virus… Espero estés listo.
El licenciado Montalvo bebió el último trago de café que restaba en su taza de cerámica para inmediatamente después llamar la atención del mesero a que se aproximase a la mesa.
-Cargue el monto total del desayuno a mi cuenta habitual por favor- Dijo Montalvo.
Inmediatamente señor- Respondió el mesero, retirándose con un ademán similar a la reverencia. Se veía que el joven licenciado era ya conocido en aquel lugar.
-Sólo una cosa más- Interrumpió Ernesto en cuanto se hubo retirado el mesero.
-Dime- Le respondieron expectante.
-En caso de caer enfermo por casualidad, no existe un peligro real ¿o sí?... Es decir, no importa cuánto se diga al respecto de la nueva enfermedad en los medios, será sólo paranoia de la gente ¿Verdad?... ¿Nada de qué preocuparse?
-No te preocupes amigo- Respondió Montalvo, mirándolo con la mayor sinceridad que sus ojos de color avellana le permitían esbozar esa mañana…
-Nada de qué preocuparse…